La galería (ya sea en museos, centros culturales, oficiales o no, et al) se ha convertido en un lugar donde predomina un tipo de arte: lineal, repetitivo e insulso. Arte institucionalizado. En la galería abunda el canon, el dogmatismo, la necedad y el cliché. El artista no es más que un re-productor en serie, la obra como un producto más del consumismo sin razón y per se. Productos vacíos que hacen eco de lo nefasto en las paredes de ese espacio mortuorio: una morgue fría y sin oportunidad para la catarsis.
Si el diálogo que se establece entre la obra plástica y el espectador, el ente receptor, es en sí un diálogo que se da en silencio, esto no quiere decir que debe ser un acto pasivo, irreflexivo y que entrañe pereza. Al igual que con cualquier otro reactivo del arte, la riqueza de dicho diálogo depende de la inteligencia creativa y de la propuesta del artista. Pero ¿qué se puede esperar si la institución es quien regula los lineamientos para que una obra de arte sea catalogada como tal? ¿Qué se espera si el "artista" entra en dicho juego de manera complaciente? ¿Qué esperar si la galería no es más que un pretexto para regodearse de una intelectualidad inexistente, para pasearse como zombie mirando las (s)obras expuestas con una copa de vino barato en la mano y hablar y hablar sin parar de "arte contemporáneo", de la "plástica contemporánea". Pláticas-desechos que terminan en un gran cesto de basura; y ahí se quedan, ahí se pudren.
La propuesta es el giro, la vuelta contundente de tuerca y de hoja a esta situación. La propuesta es el re-planteamiento de lo establecido, tumbar dichos cánones y dogmas. La propuesta se encamina hacia el arte deconstructivo, dándole prioridad a lo lúdico, a lo experimental, a lo marginal, no como pose, sino como vía creativa de escape de un entorno anodino y solapador de artistuchos plásticos mamadores de becas gubernamentales.
La ciudad como espacio para la catarsis, las calles, las paredes, los parques, las esquinas. Todo espacio es un espacio para el arte. La confrontación con el espectador para que pueda darse el acto catártico.
La propuesta es la deriva, los actos situacionistas, las intervenciones urbanas y, por qué no, a espacios institucionalizados para provocar el cuestionamiento y la inquietud. A sabiendas de lo que acontece en la galería, la propuesta es la irrupción artística que nos re-plantee la reflexión.
La propuesta es la deconstrucción de los tópicos del arte, desaprender la manera de hacer arte.
Ergo: reconfigurarse o morir con ellos. Estar en la morgue.
Antonio Reyes.