Esa niña me queda viendo con sus ojos miel y sus mejillas regordetas. Voltea a ver a su mamá. La niña vuelve su mirada una vez más a mi harapienta silueta. Ahora, decidida, entusiasmada, saca un moco de su nariz. Me lo enseña triunfal. Yo muy serio e insolente me introduzco el índice en la fosa nasal derecha. Le muestro, vengativo, también un moco verde y viscoso. Ella es una explosión de risas: destellos de colores caen de su piel.
La niña se ha ido con su madre.
Ha sido lo mejor que me ha pasado en el día.
Antonio Reyes.
La niña se ha ido con su madre.
Ha sido lo mejor que me ha pasado en el día.
Antonio Reyes.
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