viernes, 3 de julio de 2020

Desde los oscuros ojos del insomnio

Por Guadalupe Maldonado.

 

El insomnio de las cosas que nunca pasarán, el insomnio de todos los pensamientos hechos y desechos. Los para siempre inconclusos, las noches eternas, los días asustados de vida. Nada se compara a la campana interior que tañe una y otra vez bajo la noche interminable. Tañe en la mente y traspasa el cráneo, dolor que se asemeja a la verdad. Hay tiempos en los que no estamos cómodos, la respiración parece duplicarse cuando nos enfrentamos a situaciones que creíamos desapercibidas. El cálculo sale mal, las distancias son más largas de lo que aparentan y el tiempo es sólo un pasajero confundido que pasa y pasa.

    Llega la noche para dormir, pero ante alguna preocupación o añoranza, entre tantas cosas que provocan la falta de sueño, también llega el insomnio. El insomnio como mentira inocente.  Tenemos que vivir de noche. Como Fernando Pessoa en su poema Insomnio: “No duermo ni espero dormir. Ni en la muerte espero dormir. No duermo, yazco cadáver despierto, sintiendo”. Es como un no vivir, en cada lucha por ese conciliar el sueño que atrae la madrugada y se desgasta como aquel venero de agua que no deja de fluir, gran maestro para la reflexión, aunque a la mañana siguiente, cuando el día ya está hecho, revienten las dudas situadas en la más escalofriante realidad: ¿dormí o soñé?

    Todo insomnio tiene un inicio. Según el Instituto del Sueño en Madrid, si no logras dormir en menos de 30 minutos, ya estás en problemas. Después te costará lograrlo y despertarás a media noche o en la madrugada, cuando las ánimas y las brujas hacen su aquelarre. Despiertas como por un impulso que te hace abrir los ojos ante algún rumor o ruido que va y viene en tu mente descompuesta. La desgana te hace levantarte al baño, escuchar música y recordar, hay insomnios que terminan en llanto y, como un niño, te duermes después de llorar.

    Existen varios tipos de insomnio, estudios revelan que hay un insomnio primario, en el cual no se identifica la causa. El idiopático, que viene desde la niñez y es acarreado por un incorrecto aprendizaje del hábito del dormir. Es simple cuando no sabes en que rango de insomnio estás, hasta que ya es psicológico y es preocupante pues en este insomnio empeora la actividad en los pensamientos, aumenta la angustia por no poder dormir. Estás acostada viendo al techo y comienzas a idealizar pequeños futuros del día de mañana. Una y otra vez te levantas para verificar que exista un orden en la habitación, nada que turbe tu insomnio. Comienzas a poner música, lees un poco. Todo se llega a manifestar en una noche interminable donde el sueño ausente recae en los que ya no están: sacas viejos objetos y empiezas a recordar cada anécdota. Hay ocasiones en que la música ayuda, otras sólo perjudica de manera que no llegas al objetivo: dormir.

    No hay insomnios diurnos, el día se hizo para estar despiertos, alertas ante todo. Trabajo, clases, rutinas cotidianas. Algunos trabajos son por la noche y hay motivos para estar despiertos (en algunos momentos insomnes debí trabajar, pienso). Pero esa desgana, la melancolía que arrastra los parpadeantes ojos silenciosos, bajo la luz apagada, pasando lista de todos los problemas que nos asechan intentando poder encontrar una respuesta al sueño ausente, eso, le pertenece a la noche. Nuestra conducta y los hábitos depresivos pudiesen ser motivos causales de tal desgaste a la espera de poder domar el sueño anhelado.

    Varias opciones nos han recomendado en mayoclinic.com para este mal mecer. Existe, por ejemplo, la fototerapia, que es una rara exposición a una luminosidad brillante mediante un dispositivo llamado caja de luz que imita la del sol y ayuda a regular el ciclo de sueño de personas de edad avanzada. La terapia cognitiva conductual ayuda a remplazar los pensamientos negativos y hábitos que provoca o empeoran el insomnio en insomnes de mediana edad. Otra opción de tratamiento que suele funcionar tanto en niños como en adultos son los sedantes y antidepresivos que nos ayudaran a conciliar el sueño usándolos a corto plazo, ya que son altamente adictivos. Otra forma más sencilla sería tomar un vaso de leche, como dice mi abuelita, o contar borreguitos saltando de la cerca. Pero no estaría de más probar los remedios herbales como unos buenos tés de manzanilla, lavanda, jazmín, de tila, pasiflora, etcétera.

    Después de una noche de insomnio se está tan cansado como un viejo de cien años; y no es común preguntar ¿qué tal tu insomnio anoche? O decir “anoche durante mi insomnio tuve una pesadilla”, así como tampoco hacer alarde de la famosa frase “lo que sucede en el insomnio se queda en el insomnio”.

    Tal vez los insomnios se noten a simple vista, tal vez no, sin embargo, lo noté en aquel personaje trasnochado y lleno del atardecer, en sus ojos vi la luz de las estrellas y la oscuridad profunda de aquella doliente melancolía del fracaso, en aquellas ojeras que avanzaban en la oscuridad para repetirse.

    Tal vez la hondura de un insomnio es pasajera si la ignoramos o cantamos a su lado en una noche lluviosa, con los pies helados bajo la extrañeza de un sueño no narrado. Bastaría quizás escuchar canciones de Khuanbing, intentando armar una historia en la mente o alguna sinfonía o sonata clásica para relajar el cerebro de tanto estrés y arrullarte, según la página Neztsleep.com. Aunque muchas veces optamos por escuchar la música que más nos gusta.

    Pero es rebelde el insomnio, no cabe duda de que es incongruente a veces, parece un personaje indeciso que da vueltas y vueltas al asunto, similar a ese revolcar de cobijas, cambiar de posición en la cama, la almohada esponjosa, el piyama, etcétera. Es hambriento el insomnio, come y devora las ilusiones del insomne atrapado. Sería un cliché decirlo pero… tengo insomnio ahora. ¿Es de día o es de noche?

No hay comentarios:

Publicar un comentario